Hace algún tiempo meditaba sobre la relación en el matrimonio y cómo el amor entre la pareja no solo se hace en la noche, sino que es el resultado de una armonía y sentimiento bonito que se alimenta a lo largo del día. Igualmente la vida familiar y el amor hacia los hijos no solo se manifiestan en palabras, sino en nuestro testimonio hacia ellos, nuestra forma de corregirlos, nuestra coherencia en la fe que profesamos y en el mostrarles EJEMPLO.
Si les preguntara acerca de sus hijos… si son felices, nos sorprendería lo poco o nada que hemos pensado en eso… parece que nuestras prioridades son diferentes y esto es porque nos dejamos abrumar del día a día en el trabajo, innumerables ocupaciones, hasta actividades en la iglesia y olvidamos que nuestra primera responsabilidad delante de Dios es con nuestra familia.
“Que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción
con toda honestidad
(pues el que no sabe gobernar su propia casa,
¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?)”
1ª Timoteo 3 : 4 y 5
En este versículo el apóstol Pablo está hablando a los obispos o personas que quieren servir en el templo de Dios ¿Qué puede estar pasando que dejamos de último a nuestra familia? ¿Qué puede ser más importante que pastorear nuestra primera iglesia? ¿Será que ese pretexto de nuestro trabajo se volvió más grande que nuestra responsabilidad como padres? ¿Será que estamos pensando primero en nosotros que en nuestros hijos? ¿Será que estamos reclamando “derechos” por encima de nuestros hijos, y olvidamos los derechos de ellos?
Si revisamos esta es una posición egoísta, incluso infantil… ¿tenemos más derechos nosotros que ellos, o nuestros caprichos e intereses siempre priman antes que la responsabilidad delante de Dios por nuestros hijos? ¿Será que nuestras vanidades están por encima de nuestra paternidad?¿Será que Dios si nos aprueba en ese examen? ¿Si Él nos viera en nuestros momentos de ofuscación con nuestros hijos se sentiría agradado? ¿Sería esa la actitud que Jesús tomaría?
¿Será que en nuestro afán de tener el control, nuestro rol de padre o madre se limita a que ellos hagan lo que queremos? ¿Y eso que queremos puede estar más atado a lo que demostramos hacia afuera, que hacia lo que somos realmente?
¿Olvidamos que el término “sujeción” del versículo se asimila más a CUIDADO que a imposición? Si tenemos un dictador en nuestra nación tendremos que obedecerle o seremos tratados como rebeldes y si a eso le agregamos que los hijos no pueden sostenerse solos económicamente, entonces los convertimos en esclavos porque no tienen opción.
A qué se debe que Pablo haga este símil del hogar con la iglesia ¿se imaginan si se tratara a los miembros de la iglesia como tratamos a los hijos? ¿Querrían esos miembros estar con nosotros?
El versículo habla de sujeción, pero agrega “con toda honestidad”. Si somos capaces de hacerles sujetarse NO a la fuerza, sino voluntariamente, en ese momento están sujetos con honestidad. Nuestros hijos se nos sujetarán de buen grado, al ver que sus padres también están sujetos en todo al Señor Jesucristo.
“Derribando argumentos y toda altivez que se levante
en contra del conocimiento de Dios,
y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”
2ª Corintios 10 : 5
Decimos que nuestra ciudadanía está en el Reino de los Cielos, pero nos apegamos a nuestros EGOS que son producto de nuestra carne y se manifiesta en la necesidad de tener el control, tener poder, tener la razón o de satisfacer nuestras propias vanidades. Eso incluye nuestro afán por vernos bien o más bonitos y caprichos que nos impone la sociedad humana. Todo eso es temporal y de este mundo.
Dios está pidiendo un cambio de actitud, suelten los reproches como pareja, el memorial de agravios que cada uno tiene en contra del otro y empiecen a SER padres y no solamente a ejercer un rol. Ese primer espacio para practicar el amor cristiano es nuestra casa, pero en vez de eso la volvemos el espacio de demostrar poder y los que deben sufrirlo son nuestros hijos.
Esta es la época para hacer ajustes, para comprometernos con el cambio. Recuerden que si YO cambio, TODO cambia. Queremos cambios en ellos… pero estamos cambiando nosotros, para enseñarles que se puede cambiar cualquier cosa?
Por Yuri Elías Camacho